lunes, 3 de noviembre de 2008

Estela

Un domingo en los que uno se despierta y no tiene nada que hacer, tomé la decisión de levantarme y no quedarme en casa aplastado viendo películas, salí a caminar por el centro, viendo los negocios de menudo repletos, llenos de gente cruda. Siguiendo mi caminar pasé por uno de los templos; decidí entrar, rogando a dios que no me fuera a hacer daño el entrar al templo.

Yo sentado hasta la parte de atrás, sin poner mucha atención, pero viendo el comportamiento de cada una de las personas del templo, que juanita echándole el ojo a Miguel, hijo mayor de doña Hortensia, doña Hortensia hablando con doña María, criticando el vestido que tenía camelia y así me di cuenta que no era el único que no ponía atención en misa.

El padre siguió hablando de no se cuantas cosas más y en eso, empezó a cantar el coro, que se componía de puros familiares, y siempre que cantaba el coro no faltaba doña Rosita, que soltaba su gran voz en el templo haciendo notar un poco su desafinada garganta, pero también se veía el sentimiento que le ponía y al oírla siempre pensaba; si así canta en las fiestas han de estar buenas las pachangas espero y un día me invite.

En eso volteé hacia donde estaba el coro, y me di cuenta de una integrante nueva, la cual no conocía, pero me quedé impresionado al verla. Por un instante su mirada y la mía se cruzaron por un instante.

Me quedé pensando en esa chica, todo lo que restaba de la misa, y sin el valor de voltear para ver nuevamente sus ojos, terminó la misa, y salí del templo a comer unos buñuelos con atole caliente, en eso cuando me los estaban entregando, llegó ella a pedir lo mismo. Me quedé pasmado sonreí y saludé educadamente.
Le pregunté ¿es nueva en el coro? – estuve cuando era chica pero me fui un tiempo para terminar mis estudios y he vuelto. ¿qué estudiaste? - derecho respondió a lo que dije: por fin alguien que me podrá sacar del tambo cuando ande borracho. A lo que con tan educada voz contestó ¡claro, siempre y cuando se paguen mis honorarios! Sonreí y dije claro que lo haré, bueno me retiro señorita y espero un día volver a platicar con usted.

No fallé el siguiente domingo a misa, ahí estaba puntual, hacía todo con tal de ver a esa chica que por cierto aún no sabía su nombre, pero que se me había clavado en el cerebro y en el corazón. ¡no seas tonto no te enamores de esa chica! Me decía todos los días, yo mismo me regañaba y pensaba que era algo ilógico, ella es muy religiosa y yo ni creyente soy, bueno hay tantas diferencias. Pero a la vez me decía, puede que sea igual de soñadora que tú, que tenga los mismos ideales.
¡toro deja de pensar tonterías! Volvían esas palabras a mi mente.

Por la tarde estaba tomando una nieve en el centro , cuando esa mujer de nombre desconocido para mí, pasó y le dije con amable voz: -buenas tardes, ¿gusta una nieve o una paleta? –buenas tardes respondió con una sonrisa, gracias por la invitación de la nieve, mejor para otro día.
Anímese ¿qué tanto se tarda en comer una nieve? sonrió y acepto mi invitación.
Sorprendido la invité a tomar asiento y estuvimos platicando largo tiempo, nos quedamos viendo a los ojos, me acerqué para darle un beso y ella se acercó a mí de igual forma y cuando estuvimos a punto de juntar nuestros labios, se despegó, se levantó y partió, el siguiente fin de semana fui a misa y para mi sorpresa su lugar estaba vacío en el coro. Y nunca más supe de ella más que en mis sueños y recuerdos. Siendo una estela de luz por minutos en mi vida. De ahí cada que paso los domingos a misa entro y me fijo a donde está el coro, rogando que esté estela. Aunque hasta la fecha no he vuelto a verla pero cada domingo que pase por el templo seguiré asomándome a ver si veo aquella estela de luz en mi vida.

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