lunes, 3 de noviembre de 2008

RECUERDO DE MADRE

Recordando a la madre

Hora pico, gente estresada por las calles, filas de autos, el semáforo en rojo. Se puede ver a un mimo en la esquina, haciendo liviano el rato para los automovilistas, también la señora vendiendo chicles, el tragafuegos en otro lado, el niño haciendo malabares con piedras, las edecanes dando volantes para que la gente acuda a diversos negocios nocturnos, etc.

Luz verde; ¡avanzan los carros! Y emprendemos el camino, de verde cambia a amarillo, freno el auto y un caballero de unos sesenta años, hace sonar el claxon de su carro, recordándome a mi dulce madre. Molesto saco la mano por la ventanilla y contesto con mi brazo cerrando el puño y levantándolo con fuerza. Regresa el verde y avanzo viendo por el espejo retrovisor al señor que me había agredido y mostrándole mi dedo, seguido de una sonrisa.

Sigo me andar por las calles un ciclista se me atraviesa, valiéndole su vida y mi auto freno con fuerza, haciendo que las llantas del coche hicieran su rechinar y dejaran su huella en la calle, yo como todo buen mexicano le grité con fuerza ¡seguro tragaras ligas animal! y al ver que no se inmutó ante mi comentario; soné el claxon recordándole a su santísima madre. (bueno en realidad no sé si era santa, pero en México todas las madres son santas) y él al escuchar el sonido volteó molesto y me grito algo que no escuche pero me lo imagino.

Cabe destacar que en México hay cosas que nos pueden como mexicanos, que pierda la selección mexicana, que la comida no tenga chile, que nos bajen a la novia, o nos pidan a la hermana y por último que nos digan con dulce melodía o con mímica ¡chinga tu madre! Eso si que duele, a uno como mexicano le llega hasta el fondo del corazón, en el rincón más pequeño del corazón entran esas palabras. Esa frase que hace que a cualquier mexicano por muy miedoso le salga lo hombre cierre el puño y peleé. Porque a uno le podrán hacer o decir lo que quieran, pero una mentada jamás.

Antes de llegar a mi casa a un par de cuadras, un rancherito en su bicicleta se me cruza en mi camino y estuve a punto de ponerle un golpe con el carro. ¡Cabrón fíjate, vas y chingas a tu madre! Fueron mis palabras de coraje y valor, seguí mi camino; llegando a mi casa veo por el espejo retrovisor al rancherito llegando también como en busca de pleito y con una voz dulce y sacando santo pistolón me dice: mire amigo con mi madrecita santa no se meta, que ella no le hizo nada a usted así que pa la otra mejor piense lo que dice ¿o quere que lo arreglemos de una vez? A lo que le contesté pues fíjese cuando ande en la bici casi lo mato. Volvió a su vehículo y emprendió su camino.

Al verlo lejos me recargué en el automóvil cerré los ojos, las piernas me temblaron al igual que las manos, algo se me subió a la garganta y mi frente se llenó de sudor. Y prometí no volver a mentar la madre a alguien por mucho coraje que tenga, y si alguien lo hacía conmigo sonreír y agradecer que me hicieran recordar a mi

santa madre.

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